jueves, 11 de febrero de 2010

La tangibilidad de las cosas


Desde que Santo Tomás quisiera tocar a Jesucristo para saber si había resucitado ( Imaginense ustedes si nos cuentan a nosotros ahora ese historia) se puede acreditar la necesidad que tenemos como seres humanos en creer en lo que vemos y valorar los esfuerzos de los demás en función de los resultados.


Algo me dice que el mundo del ilusionismo ha existido y sigue existiendo y que el mundo del hipnotismo también. Estoy apartado de los que piensan que el mundo espiritual y los hechiceros que convocan las almas, puedan ayudarnos a interpretar los caminos a recorrer y sin valorar si es más vulgar o no pensar lo contrario, me situó más cerca de los que "aprecia"n el valor del esfuerzo y el sacrificio en búsqueda del logro.

A todos aquellos que tienen éxito se les atribuye un don especial: capacidad para sacrificarse desde el inicio en un objetivo, capacidad de anticiparse a los demás en tener una visión del futuro y de las necesidades que podría reclamar la sociedad, capacidad de superación, creencia y fe en si mismo y sobretodo un equilibrio emocional para sobrellevar los cambios que pudieran irse produciéndose en el camino.


A estas personas les gusta ver los resultados de sus esfuerzos y ver la rentabilidad de sus acciones e iniciativas, son competitivos pero casi siempre cooperativos, porque saben que en cualquier negocio o en cualquier profesión es necesario controlar el entorno y no ir solo por el camino. Es muy importante unirse a los mejores, estar en el círculo de confianza de aquellos tocados por la varita mágica.

El caso es que si tuviera que definir una estrategia lo haría pensando en que las cosas que conozco, que he oído, que he escuchado deben de ser tangibles, claras y verdaderas, porque de lo contrario me estaría equivocando en la percepción y en el planteamiento de dicha estrategia.
Por ello cuando me cuestiono continuamente las cosas que hago y como las hago me doy cuenta que muchas de ellas no tienen razón de ser y que necesariamente me retrasan en mi progreso, por no aportarme el valor suficiente y por ser del tipo de atributo "a mi no me la metéis más" o "ya no comulgo con esta creencia general".


A partir de ese momento es cuando comienzo a liberar mi pensamiento y a progresar desde dicha libertad, a transcribir y separar a un lado aquello que me sirve y que merece la pena y a dejar apartado todo lo demás, ya que la mochila empezaba a ser demasiado pesada como para poder andar, ya no digo correr.

Estoy seguro de que he tomado una buena elección.

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