miércoles, 25 de mayo de 2011

La movilización civil es potente - copia digital-



La verdadera importancia del movimiento 15M no está en las elecciones del domingo, sino en lo que va a suceder el día después de las elecciones.



Las intenciones originales del gobierno de Zapatero eran poner en marcha, justo después de las elecciones municipales, la nueva ronda de ajustes que las instancias internacionales le están reclamando. Tal como ha denunciado el sindicato USO, entre los planes previstos se encuentran una nueva bajada de sueldo a los funcionarios y una reducción del período de cobertura de desempleo, de 24 a 18 meses. Eso, que sepamos: probablemente los ajustes tengan que ir mucho más lejos.


Pero esas intenciones originales del Gobierno están ahora en entredicho, gracias a las concentraciones que se están celebrando en toda España y especialmente en Madrid.
Porque si algo han dejado claro los acontecimientos de esta última semana son tres cosas:
1) Que el descontento social ha alcanzado límites insoportables.
2) Que la gente ha empezado a organizarse por su cuenta, en vista de que los partidos tradicionales han fracasado a la hora de dar cauce a ese descontento social.
y 3), lo más importante, que la gente ha descubierto que se puede organizar una protesta multitudinaria por Internet, a pesar del silencio total en los medios informativos tradicionales, y organizarla con éxito.


En resumen: que la gente - la gente descontenta - ha descubierto que tiene poder. Y cuando la gente descubre que tiene el poder en la mano, ya es muy difícil quitárselo.


Hasta ahora, el descontento de los parados, el de los autónomos, el de los jóvenes, el de los jubilados, el de los simples ciudadanos, se ha mantenido cuidadosamente escondido gracias a unos sindicatos apesebrados, a unos medios de comunicación demasiado complacientes con el poder y a unos partidos políticos tradicionales que han renunciado a actuar como portavoces de la ciudadanía.


Pero ahora, los descontentos han descubierto que no necesitan, para salir a la calle, ni a esos sindicatos, ni a esos medios de comunicación, ni a esos partidos políticos. Han descubierto que los ciudadanos podemos, y debemos, protestar por nuestra cuenta si nadie más nos convoca a protestar.


En consecuencia, los planes del PSOE para la recta final de la legislatura se han venido abajo. No porque ahora haya diez mil personas concentradas en la Puerta del Sol - que eso, insisto, es irrelevante - sino porque si el Gobierno intenta imponer nuevos recortes después de las elecciones municipales, si el Gobierno continúa intentando que los españoles paguemos la factura de una crisis que no hemos provocado, no son diez mil personas, sino varios centenares de miles, las que van a echarse a la calle, convocadas por los mismos procedimientos con los que esta protesta de hoy se ha puesto en marcha y ya con la experiencia del éxito anterior.


Olvídense ustedes por un momento de las elecciones de mañana y fíjense en las consecuencias que este movimiento tiene a medio plazo, porque esas consecuencias son de gran calado:


1) En primer lugar, si el gobierno de Zapatero ha podido mantenerse hasta el momento sin convocar elecciones anticipadas es porque las instancias internacionales continúan comprando cantidades ingentes de deuda española, retrasando así la quiebra de nuestro país. Y si hacían eso era en la confianza de que Zapatero iba a poder sujetar el descontento social y aplicar durísimos recortes a los españoles. Pero ahora, eso se ha acabado. Las manifestaciones en la calle, de las que ya se han hecho eco profusamente los medios de comunicación extranjeros, están lanzando a los inversores internacionales el mensaje de que los españoles de a pie no estamos dispuestos a seguir pagando la factura de una crisis que no es responsabilidad nuestra. En consecuencia, el Gobierno va a tener cada vez más dificultades para conseguir que las instancias internacionales le permitan agotar la legislatura. Y las perspectivas electorales del PSOE irán desplomándose con cada nueva manifestación que se convoque contra los recortes. Así que, por primera vez, y gracias a los indignados que se manifiestan en decenas de ciudades de España, se abre la puerta a una convocatoria anticipada de elecciones.



2) En segundo lugar, también el Partido Popular se enfrenta a un dilema importante a partir del domingo. Si Rajoy persiste en su dontancredismo, si continúa sin querer hacerse portavoz de los humillados y ofendidos, entonces los descontentos continuarán metiendo en el mismo saco a los dos partidos mayoritarios y la sangría de votos de los populares de aquí a las elecciones de 2012 puede ser, si no tan grande como la del PSOE, sí desde luego bastante considerable. O el PP se pone a la cabeza de la manifestación a partir del lunes, o también lo arrastrará la riada.

Porque la cuestión es muy simple: los españoles están hartos.
Están hartos de corrupción. Están hartos de subvenciones a los sindicatos y a los partidos políticos. Están hartos de que el dinero que a los ciudadanos les falta se lo repartan algunos con total descaro.


Los españoles están hartos de que los partidos políticos no sean internamente democráticos. Y de que la Justicia no sea independiente. Y de que políticos, banqueros y constructores mantengan una perpetua relación incestuosa.


Los españoles están hartos de no poder controlar de ninguna manera a sus representantes. De que los políticos hablen un lenguaje que nadie entiende y a nadie le importa. De que todo tipo de incompetentes arruinen nuestras perspectivas de futuro.


Los españoles están hartos de que quienes nos gobiernan gocen de todos los privilegios, mientras que a nosotros nos coartan cada vez más libertades.


En suma: que los españoles están hasta las narices de que haya tanto mangante que no sólo vive a nuestra costa, sino que encima se ríe de nosotros.


Y los españoles han dicho basta.

No importa en absoluto lo que los partidos opinen, o dejen de opinar, sobre la concentraciones. Esas movilizaciones van a continuar, y mucho más multitudinarias, después del 22-M, le guste a quien le guste. Especialmente si el Gobierno pretende seguir haciéndonos pagar la factura de la crisis.


En consecuencia, cada partido deberá elegir, a lo largo de los próximos meses, dónde quiere estar: si del lado de los ciudadanos - de esos ciudadanos que sufren, de esos ciudadanos que están hartos e indignados - o del lado de un sistema que ya está muerto. Un sistema que hace tanto tiempo que murió, que el olor que despide es ya imposible de ocultar.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Tu propio despido



Os dejo aquí un artículo encontrado recientemente en uno de los emails que recibo frecuentemente y con el que comulgo al 100%


Jordi es un señor al borde de los 50, con canas y barriguita que le hacen parecer mayor. Podría confundirse con otros miles de Jordis, Jorges o Georges de no ser por una cosa: no para de hablar de su despido. Le conocí el otro día, en un sarao en casa de unos amigos, y me maravilló la facilidad con que sacaba el tema. Intrigada, le pregunté a la anfitriona: “Su psicólogo le ha dicho que no lo oculte, que hable de ello con naturalidad. Así se rehará antes”.


No sé si el de Jordi es un buen método para superar la situación, pero cualquier opción es mejor que quedarse en casa rumiando la propia desgracia. En The Company Men, la última película de Hollywood sobre la crisis, se nos presentan, a través de un reparto de relumbrón, diferentes maneras de afrontar un despido desde el mundo corporativo.


Un joven jefe de ventas con Porsche y un gran swing (el topicazo) que no acepta su situación hasta que se ve obligado a trabajar en la construcción para dar de comer a su familia antes de encontrar un trabajo similar al anterior, aunque peor remunerado.


Un jefe de departamento (la verdadera víctima) que ronda los sesenta y ha dedicado su vida a la compañía y que, incapaz de soportar la vergüenza social y la idea de que nadie va a volver a contratarle, se suicida.

Un alto directivo ya talludito (el héroe) que no comulga con la política de la empresa de sacrificarlo todo por el comportamiento de la acción y que, tras ser despedido, destina su indemnización y stock options convertidas en efectivo a una nueva aventura empresarial que da empleo a muchas personas.

A todo esto, el gran jefe y despedidor oficial (el villano) sólo parece preocupado por la construcción de la nueva y más luminosa sede de la compañía y el lugar que ocupará su bienamado Degas en su despacho, mientras se forra con el rally de sus acciones en bolsa gracias a los despidos.

The Company men no es un peliculón, pero da que pensar. En los tiempos que vivimos, con cerca de cinco millones de parados y subiendo, nadie está libre de la amenaza de un despido. Ni el último en llegar ni el que lleva más años en la empresa. Ni el bedel ni el directivo más antiguo.

Si la compañía tiene dificultades, echará gente a la calle. Si tiene liquidez, indemnizará a los trabajadores. Si no, ni eso. Punto. Es la vida misma. La empresa no está ahí para cuidar a sus empleados, por muy fieles que sean. Está para ganar más dinero y hacer cada vez más ricos a sus accionistas. Es la cara más amarga del capitalismo.

Y en estas estamos cuando empezamos a ver que el Estado del Bienestar se desmorona. Mi generación no sabe si podrá jubilarse a los 65, si cobrará la merecida pensión o si tendrá un hueco en el mercado laboral más allá de los 50. Las incógnitas se multiplican y surgen incómodas e inevitables preguntas: ¿Nos estamos equivocando al dejarnos la piel por una empresa que, llegado el momento, nos va a tratar como a un tornillo más? ¿Tenemos alternativa cuando todo el mundo a nuestro alrededor parece trabajar como un poseso? ¿Qué ha hecho mal ese señor que lleva 20 años en la empresa para convertirse en demasiado mayor a los 52?

Y, ya puestos, ¿quién tiene que responder a estas preguntas? Sin duda, la sociedad y el estado deben, al menos, intentarlo, porque la situación planteada tiene mucho de drama colectivo. Pero, ante todo, somos nosotros los que tenemos que anticiparnos. Y, mal que nos pese, estar preparados para lo peor. Porque la crisis se alarga y las empresas tienen que seguir generando beneficios a costa de lo que sea. Porque la vieja promesa de un puesto de trabajo para toda la vida se desvanece.

Porque todo apunta a que Europa se va a parecer cada vez más a Estados Unidos, dónde cada uno vela por sus intereses sin pensar en los cuidados futuros de Papá Estado. Y, mientras confiamos en que alguien se aplique a disipar los negros nubarrones antes de que nos llegue la edad de la jubilación, puede que la realidad llame a nuestra puerta.

La única manera de estar preparado para un despido es trabajar en la propia empleabilidad: tenemos que saber qué se demanda en el mercado para puestos similares al nuestro e intentar llenar nuestras lagunas. O estar dispuestos a reinventarnos, para lo que es importante dilucidar lo que sabemos hacer más allá de nuestro trabajo actual.

Y, como dice Jordi, asumir ahora que las cosas nos pueden ir peor mañana. “Un despido no tiene por qué ser el fin del mundo”, afirma, con un proyecto de amplia sonrisa en los labios. “Creedme, sé de lo que hablo. Y, por desgracia, os puede pasar a vosotros”. Lo dice sin malicia, mientras se sirve otra copa. Los demás nos miramos. De repente, se nos han quitado las ganas de bromear.

martes, 17 de mayo de 2011

Se aplaude la esterilidad



Como aficionado al futbol y observador del recorrido mediatico de algunos fenomenos, no me gustaría que pasese desapercibido un hecho demoledor: La mayor capacidad goleadora de un individuo en la historia no habrá servido para el triunfo de su equipo, sino para el refuerzo de su ego.



Durante las últimas semanas el RM ha reconducido su estrategia hacia el gol y ha permitido que su jugador franquicia golease hasta desempolvar las marcas goleadoras de jugadores miticos como Hugo Sanchez y Zarra, dos autenticos "pichichis". Al margén de la concesión de un gol en Anoeta que permitió al RM llevarse una victoria inmerecida por lo visto en el terreno de juego, CR7 ( CR9 le pegaba más con el rol actual) elevó sus registros goleadores en liga a 39 goles a falta de una jornada para finalizar la liga: Un ratio de más de un gol por partido, algo tremendo.



No obstante, nunca tantos goles, fueron tan esteriles y no sirvieron más que para vanagloriar el éxito individual, que no de un equipo que se vió apartado de un título por otra escuadra que en los últimos años le está haciendo sombra: el FCB.



Le decia recientemente a un amigo que el hecho se puede paragonar a la falta de respuesta del pene cuando llega el momento anterior al acto sexual, respecto a la masculinidad que uno pretende ostentar y demuestra frente al público, en cuestión de cm, en ausencia de una dama.



Por un lado CR7 habrá roto las estidisticas y el record de goles en una misma campaña con dos circunstancias que afean su trofeo pichichi: La falta del título colectivo del que forma parte y la forma en la que lo consiguió, cuando ya el título no estaba en juego.



En relación a la primera circunstancia ya hemos explicado los pormenores en anteriores entradas de este blog, pero la segunda parece una paradoja teniendo en cuenta lo que sucedió en el enfrentamiento RM-FCB de liga y que finalizó con un empate.



Las victorias ante Atletico,Valencia, Bilbao, Sevilla y Villareal constatan lo que todo el mundo sabía, que el Real Madrid tiene futbol y capacidad goleadora para dar y tomar, pero el complejo de inferioridad del entrenador cuando juega contra el Barca, así como las experiencias de las Semis de Champions y el 5-0 de la idea justificaban la idea de jugar de otro modo, tanto el partido de liga, como el de la ida de la Champions.



La temporada se cerrará con un RM y con un CR7 con un título de copa y con 40 goles o más respectivamente, un bagaje muy pobre teniendo en cuenta el presupuesto así como las expectativas generadas.



Al otro lado el Barca con un Messi que a pesar de tener 8 goles menos que el portugues, tiene el triple de asistencias de gol, que ha clasificado con un golazo al Barca en final de la Champions y que sabe dosificar mejor sus goles en los diferentes partidos.