martes, 16 de noviembre de 2010

Enseñanza


Hace muchos, muchos años tres monjes del Tibet estaban sentados en una mesa disfrutando de una conversación que versaba sobre la oportunidad de ofrecer un servicio a un conocido canciller de una comunidad cercana. Los tres mostraban su interés en defender con argumentos el mejor modo de abordar con este canciller esa oportunidad y sacar partido de ella, ya que los fondos para el sustento del monasterio escaseaban.

Ellos tenían claro que lo que debían de ofrecer era una solución magistral y que no podían traicionar sus más esenciales principios de aporte de valor. No cuantificar acertadamente el verdadero valor de la misma dañaría su imagen si esta se extravalorase y por el contrario si la infravalorasen perderían una buena cantidad de yuans para el monasterio.

Después de varias horas de discusión, determinaron que servicio y soluciones deberían ofrecer al canciller, pero no acababan de ponerse de acuerdo sobre los honorarios que deberían cobrar. Los tres opinaban que al menos 30.000 yuans satisfacerían las arcas, pero que el canciller valoraría mucho más el regalo intelectual y el ahorro que le reportaría a lo largo de los años.

De hecho uno de los tres monjes opinaba que a pesar de que la idea o solución les había resultado fácil de interpretar, debían de valorarla mucho más, ya que era el canciller quién compraba dicha idea, y que él como a otros que le asesoraban o trabajaban para el jamás se les ocurriría.

Al final otro monje le dijo: Hermano, equilibrar el valor de las cosas y ajustarlas a un precio es lo más difícil, te voy a contar una historia y así lo entenderás:

"Un día tres amigos iban caminando y uno de ellos vio una piedra, considero que la piedra tenia un valor y le dijo a otro, esa piedra que esta ahí me da que puede tener utilidad, su compañero que tenía una especial visión para dar funcionalidad y ver una perspectiva diferente de las cosas le dijo a los 2 minutos: Efectivamente he observado la piedra y podría por sus características utilizarse como piedra de esmeril, por apenas 10 yuans se podría convertir en una piedra valiosa para el molinero, el tercero dijo: Le pondremos un lazo rojo y se la cobraremos por el doble"

¿Que crees que sucedió? pregunto el monje al otro -No lo se, contesto el monje

Transformaron la piedra por 12 yuans y se la llevaron al molinero diciéndole, esta muela es perfecta para tu trabajo, te costaría solo 50 yuans si nos la compras ahora.

El molinero vio el lazo rojo y considero que lo estaban engañando, replicandoles, yo se que la muela vale eso que me pedís pero vosotros la habéis sobrevalorado, de modo que tratáis de engañarme y por ello solo os daré 20 yuans.

Los tres amigos se miraron y se dijeron que para hacer una buena oferta debes de estudiar detalladamente el valor de lo que ofreces y a quién y en que condiciones se lo estas ofertando,para no volver caer en la debilidad de ver las cosas desde una única perspectiva.

¿Me estas diciendo que quizás el canciller no valore nuestra idea como lo hemos hecho nosotros? dijo el monje.
No, solamente estoy diciendo que el tendrá depositado en esto ciertas expectativas y si nosotros le damos una buena idea y no sabemos bien como la valorará estaremos potencialmente expuestos a que considere que nos estamos aprovechando de él al pedirle mucho más de lo que a nosotros nos ha costado llegar a ella.
El canciller valora las cosas, pero se demuestra capaz de observar y percibir lo que esta detrás de este monasterio. Quizás haya que considerar lo que es justo para todos y esperar que nos encargue más trabajos en los que generemos la confianza adecuada.
Los tres monjes decidieron que aquello era justo lo que debían de hacer, ofertarle al canciller la solución a muchos problemas por 35.000 yuans y esperar a encontrar la confianza para en el futuro poder aportar más ideas de valor.



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