Esta mañana la vida me dio otra sorpresa para la que a decir verdad
estaba ya preparado. Llamarlo intuición sería apropiarse de una virtud
que no estoy muy convencido que tenga fuertemente desarrollada, pero
que si había sopesado.
Uno de los entes superiores, esos que se sienten tan cercanos a Dios, me
llamo para recriminarme algo, algo de lo que decididamente no podía
atribuirme, un fallo, un error una omisión.
La vida a los 39 años me ha enseñado a pesar de mi forma de ser: soy
provocador e impulsivo ( no lo niego) a escuchar al otro lado del aparato
a quién de forma grotesca me dedicaba su ira y sus amenazas.
A pesar de que hay ciertas personas que son los amos de tu tiempo al menos
durante ocho horas al día, existe un límite de racionabilidad para las cosas
y es por ello que tras escuchar los airados contratiempos que suponian las
acciones ejecutadas firmemente en pos de un objetivo común, dentro de unas
horas deberé tomar una decisión en consecuencia:
- Abrir el melón de mis pensamientos y de mi forma de ver las cosas, a quién
no solo se ha equivocado hoy conmigo, sino a quién a traicionado las reglas básicas
de las relaciones interpersonales en una empresa en la que la confianza mutua y la
comunicación es lo más importante.
Es curioso pero lo que esa persona me pidió que hiciese para con el resto de la organización
y que hemos llevado a cabo con éxito, es lo que durante los últimos 6 meses ha deteriorado por si solo entre nosotros.
Espero que sepa expresar en una lengua que domino, pero que no es la materna y desde
la serenidad que se necesita para hacerlo, todo esto sin que mi interlocutor al otro lado de
la pantalla decida que todo esta acabado y que lo nuestro no tiene solución.
¡Hasta pronto!
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